Equinoccio y medio de luz me empujan hacia el polvo de los caminos, donde su color a azahar y naranja imprime
entre mis homóplatos una fuerza que renace en la carrera. El aliento del bosque cierra los párpados y se detiene un instante;
y entonces reaparece hoja y se contrae en una sístole prolongada y apretada que impulsa mi sangre en un torbellino rápido
y nuevo. Corro. Respiro salto piedra bosque sudo cuesta tierra roca y al fondo, el mar. Corro. Y correr ya no es aquella
catarsis de abandonarse inmóvil al movimiento abstracto del cuerpo. Ya no es el ejercicio interno de diluir la piel hasta
que dentro se convierte en un pedazo de nada que se permite flotar mezclado en medio de un todo que no es.
Porque cada noche vacío todo el contenido que llena a las palabras,
me desconozco siempre.
Corro. Me desconozco ahora. Entre los rizos cándidos de mi cabellera se esconde una cresta en potencia, y correr
se convierte en un acto nuevo de imprimir disidencias en el lienzo de la piel que define todo lo otro y normal. Lengua,
manada gueto, nidos entremezclados y un tropel de policías impostores con bigotes de plástico y el pintalabios corrido.
Mi manada de zorras, mi orgullo putón y la gata oscura y celosa en la que me convierto en las noches de luna llena. Soy
un cuerpo nuevo que todavía no se sabe decir. Un cuerpo nuevo cuyas palabras permanecen en estado embrionario. Y
mientras corro, como siempre, me desconozco.
Me encanta
ResponderEliminarMe encantas
:)